Hace una semana que ha partido Hannes Kalisch, cuyo enorme legado en el ámbito de la lingüística y la antropología colocan su nombre en la bibliografía indispensable de ambas disciplinas. Él escribió libros, artículos y ensayos que no sólo aportan datos clave para el abordaje de los pueblos del Chaco paraguayo, especialmente los Enlhet Enenlhet, sino que implican un giro importante en la metodología del estudio referente a su ámbito de trabajo y en la perspectiva del acercamiento antropológico.
Hannes da la voz a sus propios indígenas, estudia la Guerra del Chaco desde la perspectiva y los recuerdos del pueblo Enlhet, recoge el testimonio de los ancianos y ancianas, depositarios de una memoria cuya continuidad sostiene los proyectos colectivos de futuro y los ensancha, más allá de las duras realidades que condicionan la vida comunitaria. También recoge las últimas palabras; las del pueblo Guaná, que seguirán resonando desde los textos de Hannes, escritos durante el tiempo de sus resistencia del mal que acabaría con él. Con acabaría con una dimensión suya, que no con la potencia de su ánimo, tan presente en su comunidad y en grandes sectores de la sociedad nacional.
Paralelamente a su trabajo académico, Hannes se comprometió con el pueblo Enlhet hasta volverse parte de él y dejar descendencia en el interior mismo de su población. Más que activista, término que no le gustaba para sí, fue un gran mediador en el plano de los muchos conflictos que acerca la tensión entre culturas tradicionales y modernas, entre los saberes propios y los extraños, entre sensibilidades y creencias a veces antagónicas entre las que caracterizan a la sociedad indígena y las que distinguen a la nacional, especialmente, la menonita. Nunca alimentó enfrentamientos, pero sí fijó posiciones y luchó porque ellas afirmasen sus principios en diálogo permanente con otras posturas. Hannes fue un hombre cabal. Por eso permanecerá, más allá del dolor obstinado que produce su ausencia.